miércoles, 8 de febrero de 2012

Tú, yo y nuestras cenizas

"No permitiré que nadie te haga daño, siempre te protegeré". Ella recuerda las palabras que un día salieron de su boca mientras la acariciaba. Sonríe irónicamente. Mentiras. Todo eran mentiras. Le odia, se odia. Le odia por mentirle y se odia muchísimo más a ella misma por creer esas mentiras. Debía haberse dado cuenta antes, seguramente hubiera evitado todo este dolor que iba consumiéndola poco a poco, sin cesar. Pero en eso consiste el amor, dicen, en confiar en alguien que tiene el poder de destruirte. Y así hicieron con ella. Todo lo que habían construido juntos, las miradas de complicidad, las sonrisas entre beso y beso, las noches en vela... Todo eso quedó en nada. Nada. Cenizas. Cenizas de un fuego que había iluminado su vida, que había calentado su alma hasta llegar a quemarla. Una lágrima solitaria sustituye esa sonrisa irónica que se había dibujado en su cara. Ahora las cenizas que habían quedado de aquel fuego abrasador, están en frente de sus ojos, tapándole el camino que hay delante de ella y obstaculizando cada paso adelante que quiere tomar, y así obligándola a refugiarse en los recuerdos. Los recuerdos de aquel fuego, los recuerdos de algo que ya nunca volverá a ocurrir.

2 comentarios:

  1. Todas tus entradas han despertado algo dentro de mí, pero esta ya ha sido demasiado, a pesar de ser tan breve.
    Gracias por compartirlo.

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    1. Muchísimas gracias. Me alegro de que te guste y me siento muy agradecida por el simple hecho de que lo leas, en serio.
      Un beso. :)

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