Esa tarde
llovía. Mis planes de salir a tomar algo se habían esfumado. Decidí pasarme la
tarde leyendo un buen libro. Me dirigí a la enorme estantería donde tenía todos
mis libros y pasé la mirada por cada uno de ellos. Al final, mi mirada se paró
en uno pequeño, pero grueso. Cuidadosamente, lo saqué de la estantería y me lo
miré bien. Recordaba ese libro. Me lo compré cuando tenía 13 años, en una
librería de mi antiguo pueblo. Nada más verlo, en esa tienda, rodeado de
muchísimos libros más, tuve la necesidad de comprármelo.
Con el
libro en las manos, me acerqué al sillón de mi habitación y me senté. Contemplé
una vez más la portada y luego lo abrí. En ese mismo instante, cayó al suelo un
papelito de dentro del libro. Lo cogí extrañada. Era una entrada de un parque
de atracciones. Abrí los ojos y entonces lo recordé. Tenía 16 años cuando mi
novio de aquel entonces decidió regalarme un día en el mejor parque de atracciones
del país.
Sonreí y
cerré los ojos al recordar ese día tan especial.
-¿A
dónde vamos? – Dije con curiosidad intentando sacarme el pañuelo que John había
puesto en mis ojos.
-¡No
te lo quites aún! Lo sabrás cuando lleguemos.
Caminábamos
agarrados de la mano, él con una sonrisa en el rostro y yo con los ojos
tapados. Oía la voz de niños reír, y de vez en cuando, un conjunto de gritos.
Sentía una enorme curiosidad por saber dónde estábamos.
Acababa
de cumplir mis 16 años, y John, mi novio, me había vendado los ojos dispuesto a
hacerme una sorpresa.
-Sarah,
ya hemos llegado.
Sonreí
nerviosa y esperé a que sus manos quitaran el pañuelo de mis ojos. Cuando por
fin tuve los ojos libres, pestañeé algunas veces hasta que supe donde
estábamos. Justo delante nuestro había una puerta gigante, por la cual se podía
ver montones de gente paseando y corriendo para subir a aquellas atracciones
tan divertidas para unos, y tan terroríficas para otros.
-¡Un
parque de atracciones! – Exclamé emocionada. Giré la cabeza y me encontré con
los ojos de John, llenos de alegría. Salté encima de él y le besé toda la cara.
Él reía como un loco. –Gracias, gracias, gracias...
-Gracias
a ti, princesa. Y venga, vamos, que tenemos que montar a muchas atracciones,
¿eh? – Me dijo sonriendo, para acto seguido cogerme de la mano y empezar a
andar hacia aquel lugar tan mágico.
Pasamos
todo el día en aquel parque de atracciones pasándonoslo genial. Cuando ya
anochecía, solo nos quedaba montar en la noria. Nos dirigimos allí, entre risas
y besos, y subimos. Como ya anochecía, el cielo estaba de un color entre rosado
y anaranjado. Era precioso.
John
pasó el brazo por mi cintura y me miró a los ojos.
-Espero
que hayas pasado un buen aniversario. Felicidades, amor.
Sonreí
llena de ternura y puse mi mano en su mejilla, acariciándola.
-Muchísimas
gracias, John. Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida. – Sonreímos los dos. –
Te quiero.
-Y
yo a ti, Sarah.
Luego
nos fundimos en un tierno y amoroso beso.
Abrí los
ojos. Tenía un recuerdo precioso de
aquel día y de todos los que habíamos pasado juntos. John me había enseñado lo
que era amar de verdad y había vivido todas las sensaciones del amor por
primera vez con él. Pero como todo, nuestra relación llegó a su fin. Estuvimos
dos años juntos, hasta que todo empezó a resfriarse, ya nada era lo mismo, y lo
dejamos como amigos. Luego, cada uno cogió su camino y no nos veíamos casi
nunca. Pero cuando eso ocurría, nos mirábamos y sonreíamos, recordando todos
los momentos juntos que jamás, ninguno de los dos, olvidaríamos.
Dejando los
recuerdos guardados otra vez en mi cabeza, guardé la entrada del parque de
atracciones en la última página del libro. Luego, abrí el libro por la primera
página y empecé a leerlo con una sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario